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Por Fin Se Acabó
Algo me atormentaba y no sabía con exactitud qué pasaba.
Me dolía mi cabeza, aun así, recordé...
"Mis vacaciones se terminan y tengo que regresar a mi trabajo".
Se me oprimía mi corazón de pensar que no deseaba regresar.
Fui tomando conciencia...
Con los sonidos que comienzan a surgir poco a poco y aún dormidos mis ojos, siento desaparecer las sombras que me acompañan de noche…
Ya está amaneciendo.
Un letargo profundo invade mi cuerpo y presiento que hoy, difícilmente, no podré levantarme de mi cama.
Es el mismo día... es el ayer... y el día anterior.
Los mismos sonidos que me ensordecen y logran que mis manos se deslicen por mi cara, mi cabello y mi cuello, en señal de aturdimiento.
Pareciera que la vida no termina por irse, disfrutando cada segundo de tortura que me obliga a maldecir.
Siguen las guerras en mi interior acumulando batallas perdidas.
Me siento cansada para seguir luchando, para ir contra viento sin obtener ni siquiera una buena noche de descanso.
Quisiera escuchar que esto es así, que no soy la única, que no es un privilegio sentirse mal, que es la reacción de haberme sentido muy bien.
Sigo con la pesadez en mi cuerpo...
Me quiero voltear y mis fuerzas no responden, las rodillas duelen cuando las flexiono para levantarme de la cama.
Quiero abrir mis persianas y ver la luz del día, los árboles mecer sus ramas al compás del viento...
¡Quiero ver la vida allá afuera!
Tengo sed, pero lo único que hago es cerrar de nuevo mis ojos y despertar cuando vuelva a ser de noche.
¿Estaré soñando?
Sollozos apagados... detenidos para no ser escuchados.
"Las niñas lindas no lloran", se escuchó una voz decir.
Pero, yo seguía llorando.
No sé porque lloraba, no recuerdo lo que soñé que me hizo llorar.
Unos, dos, tres días sin querer ver a nadie, ni hablar con alguien ni salir de mi habitación ni mover un solo dedo.
Adolecía de todo, tanto que varias veces llegué a dudar que estuviera enferma.
Una melodía en mi cabeza me hizo sonreír… hasta que solo fue un lindo recuerdo.
Una gota de tu amor cayó en mi alma.
Y en un mar de sábanas blancas te pedí, ¡ámame!
Fuiste labios y amor.
Fuiste cuerpo y ardor.
Yo estaba ardiendo.
Fuiste lluvia menuda y viento.
Te pedí... ¡Ámame!
¡A, a, Ámame, como la hiedra a la encina, oh oh... A a aaaa!
La canción se fue apagando hasta ya no escucharse.
Suspiré tan fuerte que se me terminó el aliento.
Cerré mis ojos, y dormí, dormí, dormí.
FIN