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Siempre viví a la sombra de mi marido, en la casa se hacía lo que él decía.
Todos los días llegaba tomado y con una cerveza en la mano.
Tuvimos 2 hijos, para ellos no había cumpleaños, navidades ni ninguna clase de festejos, esos días eran igual que todos.
Pero claro, nunca falto la cerveza en el refrigerador, podría faltar la leche, huevos, lo más esencial, pero las cervezas... ¡NUNCA!
Me casé enamorada. Él era mi vida, pero… nunca le conocí lo suficiente y a medida que pasaban los años, fui queriéndolo menos.
Él trabajaba en lo que podía, primero en una licorería, luego en una tienda de ropa para caballeros, después, vendía ropa y calzado, y como no le fue bien "porque la mayoría de las ganancias se las bebía", volvió a otra tienda de ropa, después de eso fue conserje en una escuela primaria y ahorrando dinero, puso una papelería.
Pero, paso lo mismo… “la maldita bebida".
Tiempo después se fue a vender dulces
a las tiendas de abarrotes de la ciudad, ya con eso se animó y puso una
tiendita.
Mientras tanto, mis hijos crecían.
El mayor se dio cuenta de los golpes que me daba por las noches cuando llegaba tomado, muchas veces lloramos abrazados, mientras mi marido dormía.
Una vez, se me pasó por la mente el estúpido pensamiento de terminar con todo de la manera más fácil, les daría a mis hijos pastillas y junto conmigo pasaríamos a mejor vida.
Fue solo un segundo de idiotez de mi parte, pero…
Cuando empezaron a ir a la escuela, y veía lo inteligente que eran me olvide de mi Marido, ya que él nunca hizo por dejar la bebida y no aceptaba la ayuda de nadie, y menos los consejos, ni siquiera porque sus hijos eran el orgullo de las dos Familias, eran los mejores, en todos los aspectos.
Yo les inculque el estudio y cuando fallaban en alguna materia mi consejo era… “bueno eso no estuvo bien, pero, a la otra no nos vamos a dejar ganar. “
Yo sé bien que ellos sufrían al ver a su padre tomar.
Por las mañanas salía como todo un señorón, pero, al volver por la noche, era todo lo contrario, sucio, desfajado, rojo y sobre todo con su aliento alcohólico.
Todo eso de cierta forma nos ayudó a ser mejores, diferentes a él.
A ellos nunca los maltrató, solo a mí. Lo único que les hacía era apagarles la TV y las luces de toda la casa, porque cuando él llegaba ya tomado se iba derechito a la cama.
Por eso, yo me dediqué a mis hijos y me di fuerzas para enfrentarme a él y de esta manera ya nunca me golpeó.
Mis hijos eran mis motivos de vivir, a veces me quería morir de la desesperación de que mi marido no dejaba de beber y eso era a diario, sentía frustración por no encontrar la manera de que fuera un buen padre y sobre todo que diera buenos ejemplos a mis hijos, que ya eran unos adolescentes.
Mis grandes satisfacciones, y mis pagos al maltrato, eran mis hijos y solo vivir para ellos.
Empezamos solos los 3, sin contar con su padre, al punto que ni siquiera él sabía en que grado iban, cuantos años tenían y a veces el nombre de la escuela a la que asistían, a él “se le olvidaba.”
Hoy en día, el más grande ya es todo un Licenciado y el chico está por terminar su Universidad.
Su padre sigue igual.
Pero ahora eso ya no nos afecta, porque hemos encontrado refugio entre nosotros, los estudios y la casa.
No nos deja porque no tiene a donde ir, pero sigue tomando a diario.
Solo que él ya no nos molesta, porque se ha dado cuenta que somos más fuertes y, sobre todo, que a pesar de las carencias hemos salido adelante sin él.
Hoy... somos felices, con Padre, pero, sin él.
Es nuestro Gran Logro.
Aunque a veces me pregunto...
¿Qué fue de su vida antes de conocerme?
¿Qué es lo que arrastra sobre sus hombros?
Como dije al inicio... nunca le conocí lo suficiente...
Así como yo tampoco conocía la vida de mi hermano...
Así mismo... espero que llegue a cambiar justo como lo logró hacer mi hermano con ayuda de su esposa...
Y entonces sí...
Ser una familia completa.
FIN
